Sin embargo, no hay dos personas que sean iguales en cuanto a papilas gustativas o sistemas olfativos, y tampoco lo son sus facultades para traducir en palabras los impulsos sensoriales.

Hablar de memoria gustativa significa adentrarnos al mundo de los  sabores, olores, texturas, sonidos y colores. Es hablar de una orquesta que está en completa armonía, siendo conducida por el afecto. 


   Armando Scannone 

Cocina Patrimonial

Olores, sabores, colores, sonidos, texturas: Cocina

Desde nuestra primera infancia, nuestro cerebro, almacena, por medio de nuestros sentidos y de manera aleatoria e inconsciente; momentos y vivencias que nos acompañarán por el resto de la vida: 

El primer sorbo de sopa, el olor a tomates recién cosechados, estrujar migas de pan tierno con la punta de los dedos, morder una galleta para saciar la angustia de darle la bienvenida a nuestros primeros dientes, ese primer frío y delicioso encuentro de un helado en nuestros labios… el crepitar de las palomitas de maíz, el deshidratar de la cebolla en la cacerola, encender una hoguera para el asado…

Mientras crecemos, comer, se nos hace rutina. Una rutina que nunca deja de guardar memorias y que se alimenta y renueva cada vez que le proporcionamos nuevos sabores y experiencias.

¿Pero… que ocurre si nos hacemos conscientes de esto, conduciendo  vivencias de forma intencional? 

¿Y si en lugar de dejarlas al azar, hacemos uso de ellas como recurso para abordar planteamientos, ideas y conceptos? 

Asumir el liderazgo de la memoria afectiva nos ayuda a comprender el valor emocional y cognitivo de esta capacidad cerebral bautizada por la neurociencia como la “magdalena de Proust” gracias a la obra de Marcel Proust y de la cual bien se ha beneficiado el mundo del marketing para crear fidelidad por medio del cultivo intencional del afecto para conseguir nuestra lealtad.

Haciendo uso de esta increíble habilidad podemos influenciar la vida de nuestra niñez a través del cultivo de la memoria afectiva por medio de los alimentos, creando conciencia  (los adultos) del potencial que tenemos en la cocina como espacio para  comunicar conceptos, tejer convicciones, forjar carácter,  cultivar la amistad, instruir, e inclusive, enseñar conocimiento técnico y  complejo de diversas disciplinas.

Todos tenemos cientos de memorias construidas por medio de la cocina y los alimentos y todos tomamos decisiones a diario  bajo la influencia de estas vivencias convertidas en hábitos, tradiciones y preferencias sustentadas en el afecto y las querencias.

La cocina, es un patrimonio familiar y afectivo que debemos atender, cuidar y cultivar.